En las distintas culturas alrededor del mundo, los oráculos siempre han desempeñado un rol importante en el funcionamiento de las sociedades, cohesionando y estabilizando los sistemas políticos de los imperios, fortaleciendo alianzas, uniendo grupos étnicos, legitimando el poder político, entre otras cosas. La consulta a espíritus y dioses que los distintos pueblos llevan a cabo, a través de la mediación de chamanes, sacerdotes y sacerdotisas que alteraban sus estados de conciencia al ingerir sustancias, tabaco, coca, etc. con el objetivo de ponerse en contacto con los seres sobrenaturales, representó una práctica largamente difundida, siendo los oráculos referidos a lugares, por ejemplo templos, a los cuales las personas peregrinaban para ir a consultar y conocer una guía que les alumbrara el camino para sortear las distintas dificultades que se presentan en la vida. Se desarrollaron grandes centros ceremoniales que fueron sedes de los oráculos. Los oráculos cumplían una función adivinatoria, ofreciendo predicciones relacionadas a todos los ámbitos de la vida, sea la agricultura y las cosechas, al clima y las lluvias, a guerras y estrategias políticas, principalmente. Los oráculos fueron ampliamente desarrollados, por ejemplo en el imperio Inca se observaba cómo se quemaba y consumía la grasa de llama y las hojas de coca, o cómo chorreaba la sangre de un cuy destripado, o cómo se ordenaban y distribuían las hojas de coca al ser masticadas y escupidas por el chamán, o se observaban los astros y su luminosidad, o se interpretaban los sueños (por ejemplo, soñar con fuego podía representar enfermedad), entre otras muchas formas. Así, cada comunidad o grupo étnico elaboraba su propio oráculo. De esta forma, los oráculos han seguido evolucionando, desarrollándose, mutando y modificándose según las necesidades de cada pueblo y de cada época, acorde a lo que ese momento histórico en el cual se vive requiere. Podríamos decir que hoy ya no es tan importante consultar a un oráculo para saber cómo serán las cosechas ese año o cómo vendrá el clima, debido a que la meteorología a reemplazado esa necesidad. Nuestras sociedades actuales ya no dependen tanto de los arrebatos de la naturaleza, ya que hasta cierto punto la tecnología ha permitido tener un mayor grado de control sobre los elementos (por ejemplo, aprovechar el agua con el riego a goteo en un lugar muy árido y donde el agua es escasa, o desarrollar grandes invernaderos para producir durante todo el año). Los oráculos tal vez se han movido de su función adivinatoria a tener una función de guía, no ha predecir el futuro sino a darnos luces de cómo conducirnos. Y tal vez hoy, en un mundo donde no necesitamos tanto la predicción sino más bien contactarnos con nuestro interior, con nuestra alma y nuestro corazón, con nuestros sentimientos, afectos y emociones, es que han surgido una infinidad de oráculos que apuntan a ser una guía para el alma y el espíritu, presentándose como un destello de iluminación en medio de una confusión interna, de caos emocional y de relaciones con otros. Así, surgen oráculos que nos llevan a mirarnos a nosotros en vez de mirar afuera, yendo de la relación entre nosotros y nuestras cosechas a la relación de nosotros con nosotros mismo y con otros. Muchos oráculos de hoy nos desafían y nos enfrentan con nuestros miedos, nuestros traumas, nuestras emociones, nuestros sufrimiento y dolor, ofreciéndonos un camino amoroso para poder navegar por esas aguas y atravesarlas, apaciguando esa confusión interna y conducirnos mejor con el mundo circundante.
Es en este contexto que Julián Avaria-Eyzaguirre desarrolla el oráculo de la Flor de la Vida, ofreciendo una guía para poder observarnos en el momento presente, ver lo que nos está estancando u obstaculizando en nuestro crecimiento y desarrollo individual, y proponernos una ayuda para sortear ese obstáculo, no diciéndonos lo que debemos hacer, sino que invitándonos a reflexionar sobre una nueva mirada bajo la cual comprender nuestra situación y así tener una herramienta a la cual echar mano. Este oráculo se compone de 19 valores universales con sus luces y sus sombras (por ejemplo, la alegría y la tristeza), 19 valores que corresponden a los 19 círculos que componen la geometría de la flor de la vida. Estos valores están agrupados en tres pisos evolutivos, camino evolutivo no lineal por el cual nos conducimos en nuestras vidas. Tal como planteó Buda con su Noble Sender Óctuple, el que recorremos con el fin de vivir una experiencia del viaje que nos permite transformarnos y enriquecernos sin poner el foco en la meta, sino en la vivencia del recorrido. Este sendero propone una forma de actuar respecto a la sabiduría, a la conducta ética, a la meditación. Similarmente, los valores que propone la flor de la vida son aquellos para ser observados y conducirnos por un camino que nos permita abrazar la vida, ser auténticos y ser más corazón; conducirnos desde él, conocer su lenguaje y hablar desde allí. Estos valores están en relación a lo que tal vez se necesita en este momento histórico particular que estamos viviendo, en donde a veces nos invade la ira y el odio y hacemos guerras contra otros, o en donde la pantalla captura nuestra atención y hace de ella una nueva forma de trabajo, alienándonos de nuestra propia visión, desconectándonos del presente y de nosotros mismos. Es así como este oráculo nace, como una guía para conocerse a sí mismo, sin pretender resolver problemas ni proponer verdades, sino que proveyendo un medio o un instrumento por medio del cual poder hablar, contribuyendo a encontrar aquellas palabras que nos pueden ayudar a tener un chispazo de iluminación en un momento determinado.
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